Estas preguntas me asaltan cada vez más y más:
¿Por qué en esta era moderna de la alta tecnología está este arte bastante en bruto y salvaje llamado Parkour capturando el imaginario público, traspasando fronteras, credos, áreas de estudio e interés, es ya uno de los más populares tipos de vídeo vistos nunca en YouTube?
¿Por qué en esta era de la realidad virtual y desconexión, esta simple y desnuda disciplina es el “deporte-libre” de más rápido crecimiento, llegando a personas de todos los ámbitos de vida y rompiendo todo tipo de límites?
¿Quizás se debe a que en esta, cada vez más, estéril, normalizadora y estandarizada sociedad el Parkour es algo que nos recuerda nuestra verdadera naturaleza? Que en nuestros corazones somos salvajes y libres, hechos de hueso y tendón y músculo palpitante, todos cazadores y supervivientes.
¿Quizás sea porque en este cada vez más insulso denominador común mundo es algo que restaura nuestra fe en el poder del individuo, el potencial de cada alma humana única?
Tal vez sea porque en este mundo de reglas, estratificación y leyes es algo [El parkour] que cuestiona la validez de esas leyes, algo que pone a prueba los límites y pregunta ‘¿Por qué no me puedo mover así? ¿Por qué no puedo explorar este espacio —que es tanto mi derecho de nacimiento como el tuyo— como mi naturaleza demanda? ¿Por qué no puedo llevar más allá mis límites? ¿Quién eres tú para decirme que no?’
«El parkour es un buen ejemplo de cómo los individuos pueden llegar a estar altamente capacitados en la superación de obstáculos, implicándose con su entorno y gestionando riesgos de un modo que produce numerosos beneficios en forma de salud física, habilidad y capacidad de juicio.» David Ball, Profesor de Gestión de Riesgo y Director del Centro de Análisis de Decisión y Gestión de Riesgo en la Universidad Middlesex.¿No deportes de pelota, no ciclismo, no correr, no vaguear, no Parkour, no respirar… No Parkour? ¿Estamos prohibiendo el hecho de moverse ahora? ¿Realmente queremos ir por ese camino? ¿Realmente queremos prevenirnos de vivir nosotros de acuerdo a nuestra propia naturaleza en los lugares que habitamos? ¿No hay nadie en los diversos procesos de toma de decisión que entienda el enorme peligro, las desigualdades y las consecuencias negativas que tiene permitir el mínimo común denominador para regular a todos? No sólo es ineficaz, es inmoral. Además, es una estupidez.
El parkour no se puede contener, su propia esencia ruge contra el conformismo y la mediocridad. Exige más de nosotros, sabe que somos capaces de hazañas extraordinarias. Nos pica, nos empuja y nos reta. Busca nuestro atrevimiento. Nos cuestiona.
Y sí, esto conlleva riesgo; nos saca fuera de nuestra zona de confort y nos lanza hacia esa zona incómoda que es donde todo progreso humano se ha llevado a cabo —el borde, el mismísimo borde entre el éxito y el fracaso. ¡Bien! ¡Debería! Nosotros deberíamos estar buscándolo fuera más a menudo, nosotros deberíamos estar frente a este desafío habitualmente. No encaminando a nuestros hijos lejos de ello con alguna vana esperanza de que les mantendrá seguros, no lo hará, esto de hecho sólo aumentará el riesgo de que se conviertan en incompetentes, poco en forma, con poca salud, débiles, incapaces de gestionar el riesgo.
«Esa búsqueda de la seguridad está invitando a la inseguridad.» Jiddu Krishnamurti.Tal vez se debe a que el Parkour refleja esa parte de nosotros mismos que grita por estar viva y libre, para hacer las asombrosas cosas que hemos nacido siendo capaces de hacer. Tal vez sea porque el Parkour es realmente tan solo una expresión de nuestra naturaleza indomada, que ha existido y nos ha mantenido con vida durante milenios, mucho antes de que la obsesión por la salud y las minucias de la seguridad, mucho antes de que trepar árboles fuera considerado como peligroso o antinatural, mucho antes de que al miedo se le permitiera gobernar cómo pensamos, sentimos y vivimos.
¿Quizás sea porque el parkour es poder en un mundo en el que nos encontramos cada vez más impotentes?
Es bastante simple. Nosotros hemos nacido para movernos de esta forma. Nosotros hemos nacido con una curiosidad y un deseo de explorar, de explorar el mundo a nuestro alrededor, para encontrar nuestro propio camino y poner a prueba nuestros límites cada día. Así es como esos límites son empujados hacia atrás. No deberíamos vulnerar la capacidad o la libertad de las personas para hacer eso. No deberíamos poner a nuestros hijos entre algodones y fingir de alguna manera que están seguros en un mundo, que en realidad exige de su ingenio, de su valentía, de cada gramo de su fuerza interior no sólo para sobrevivir sino para prosperar y lograr grandes cosas.
Por el contrario, nosotros deberíamos estar perfeccionando esos atributos, afilándolos en el campo de la adversidad mediante exponerlos a desafíos, riesgo y al borde del éxito. Esa capacidad de recursos es y ha sido siempre nuestra mayor fortaleza. Esa capacidad adaptativa es nuestra verdadera naturaleza. Que nos mantendrá seguros mucho más eficazmente que cualquier regla, protección o señal urbana. Permitamos que sea nuestra guía y nuestro protector.
Este poder está dentro de todos nosotros. Nuestra elección es simple:
Dejarlo, dejarlo dormir, yacer en estado latente, sin provocarlo —y vivir en la mediocridad por tu breve periodo de años (años de vida).
O fomentarlo, recurrir a ello, dejarlo tomar vuelo —y elevarse a las alturas rarificadas que nosotros como raza somos capaces de descubrir.
Artículo original de Dan Edwardes para parkourgenerations.com y cedido a umparkour.comArtículo traducido por Carlos Javier Ferrero para http://www.umparkour.com/Revisión de Adrian Minton
Puedes leer el artículo original en inglés en: http://www.parkourgenerations.com/node/9012 UM Parkour