Primer artículo publicado en España
LA CIUDAD SIN LÍMITES
Nació hace 15 años en París. Luc Besson flipó y lo llevó al cine en “Yamakasi”. Hoy el “parkour”, deporte de piruetas por el mobiliario urbano, gana adeptos. En España, también.
Texto: Guillermo Reparaz. Fotografía: Mario Martín
No se refería a ellos. Pero cuando Michel Certeau escribió en la La invención de lo cotidiano que “cada persona se inventa una manera propia de atravesar el bosque de productos impuestos” hablaba de parkour sin proponérselo. Parkour: del francés parcours (recorrido). Término inventado por David Belle y Sébastien Foucan, creadores de este deporte undergraund que consiste en utilizar el mobiliario urbano como soporte de felinas acrobacias. Bancos, muros y verjas dejan de ser obstáculos y se convierten en puntos de apoyo en el camino del traceurs. Traceur: practicante de parkour. Del verbo francés tracer (trazar): el que traza su propio camino.
Les vimos en la película Taxi 2 haciendo los papeles de ninjas. Y mas tarde en Yamakasi, interpretandose a si mismos. Traceurs. Les vimos trepar edificios, elevarse en silencio sobre las azoteas. Saltos. Lo cierto es que este deporte, nacido en el extrarradio parisino hace casi quince años, ha llegado a España sin hacer mucho ruido. Pero tiene la intención de quedarse.
Así ha sido en Francia y en Estados Unidos, después de que su creador, David Belle, sirviera de anfitrión y maestro en su barrio de las afueras. Hijo de ex soldado de Vietnam, David y su amigo Sébastien Foucan inventaron nuevos usos para el mobiliario del barrio.
Pronto dejarían de ser solo dos, y muchos otros irían aportando movimientos al nuevo deporte. Pero el grupo inicial se disolvió cuando empezaron a llegar ofertas para promocionar el parkour. Así surgió Yamakasi, proyecto con el que Luc Besson les lanzó a la fama y en el que ni David Belle ni Sébastien Foucan quisieron participar, al ver su estilo de vida reducido a coreografía cinematográfica.
Daniel Kei vive en Madrid. Tiene 18 años. Movilizar a la gente a través de Internet, y allí deciden una hora para reunirse. Un sitio. El parkour en España se cuece en la red. Rumor. Hace un par de años, los buscadores como Google sólo remitían a páginas extranjeras de parkour. Ahora todo es más sencillo, con páginas de los clanes que van surgiendo en España y una Web central, www.umparkour.com , que conecta a los traceurs e ilustra cada aspecto de la disciplina. Manual de instrucciones.
Daniel Sampayo, traceur y webmaster de www.umparkour.com , hace un recuento aproximado del número de practicantes en España: “Tengo agregadas a 62 personas”, asegura. “Y si contamos también a los que no acuden a Internet, quizá podamos hablar de unos cien traceurs en España. Pero el número crece a diario. El reparto sería así: unos quince en Madrid y Málaga, diez en canarias, media docena en Barcelona, y otros tantos en Beida, dos en Zamora, uno en Murcia, dos en Cádiz, uno en León y otro (yo) en Irún”.
Las zonas favoritas suelen ser las oficinas o polígonos industriales, donde hay variedad de estructuras para practicar. En Madrid el epicentro está en Nuevos Ministerios y Azca, pero también se practica en la plaza de España, los Jardines Sabatini, la facultad de Biológicas de la Complutense, la Ciudad de la Imagen, Fuenlabrada y Carabanchel.
Para algunos es sólo un deporte. Para otros, toda una filosofía. Los traceurs reivindican el derecho a moverse de forma diferente en un entorno lleno de límites. Inventan una ciudad perfecta de juegos controlados. “Dibuja mentalmente un recorrido en tu ciudad”, dice Sampayo, “e intenta llegar de un punto a otro sin poner los pies en el suelo”. Elevación. Los movimientos o trucos están inspirados en las artes marciales, escalada, atletismo, gimnasia… Con la práctica, el traceur transforma los obstáculos en apoyos y sus gestos se agilizan y se vuelven más felinos.
“No aspiramos a desarrollar los músculos”, explica Daniel Kei, “nuestro objetivo es la sensación, el feeling de cada movimiento”. Y de la ambigüedad de esta frase se desprende la filosofía del parkour: superarse a si mismo y aplicar ese control de las sensaciones a la vida real. “Vences tus miedos”, dice Kei, “y te encaras a tus problemas con tranquilidad, como harías frente a un nuevo salto”.
El perfil de un traceur es difícil de precisar, pero podemos hablar de gente joven, entre 15 y 23 años, con aficiones que van desde los deportes de riesgo hasta el manga, pasando por el skate o la BMX. Reconocerlos es complicado, pues cada uno viste a su manera, y en muchos casos solo coinciden en el calzado: zapatillas resistentes de cross training.
Entrenar al máximo para arriesgar lo mínimo. Luis San Gil tiene 18 años y la espalda en V por la escalada. A la hora de la comida suele estar en Aza (Madrid), haciendo recorridos de parkour. Salta una valla, trepa una pared, hace el pino sobre una barandilla. Todo bajo el más estricto control. Cada movimiento se encadena con el siguiente, como en un baile. Cualquier fallo anula el ejercicio.
Los traceurs son muy cuidadosos cuando entrenan. Se dan la vuelta en la sesión de fotos frente a un salto que no ven claro. ¿Alguien les llamó kamikazes? También hay cicatrices, como la que parte en dos la rodilla de Daniel Kei. Por eso “nadie quiere en su grupo a los listillos que hacen el mono para que las gente los mire”, reconoce José Daniel Peralta, madrileño de 18 años.
Ha salido el guardia de seguridad de un banco a decir que no se pueden hacer fotos en esta plaza, y mucho menos practicar. También vendrá la policía, pero se van traes unas explicaciones. El obstáculo humano es en ocasiones más grande que los bancos que saltan. “El parkour sigue siendo muy underground”, explica Daniel Kei, “y mucha gente no sabe de qué se trata. Las barreras legales tampoco están muy claras. Aún así, todos entendemos la expresión propiedad privada”.
Guillermo Reparaz para "El país de las tentaciones - viernes 21 de Mayo de 2004"
www.umparkour.com